Profundamente conscientes de las expectativas titánicas y el peligro de nuestro tiempo, en la medida en que las formas de interconexión global alcanzan una velocidad, una magnitud y una amplitud sin precedentes a lo largo de toda la tierra, emitimos y suscribimos esta Carta para hacer frente a un reto global importante, cuya resolución será decisiva para la causa de la civilización y el florecimiento humano. Abordamos los problemas urgentes originados por el desafío de “vivir con nuestras más profundas diferencias” cuando estas diferencias implican creencias fundamentales, cosmovisiones y formas de vida y cuando se encuentran cada vez más dentro de simples comunidades, naciones y civilizaciones.
Nuestro propósito es establecer una visión de los derechos, las responsabilidades y el respeto que serán el fundamento de una “plaza pública global” civil y cosmopolita y los hábitos del corazón para aquellos que serán “ciudadanos del mundo” al mismo tiempo que patriotas en sus propios países, y así promover la causa de un “mundo bueno” y, por lo tanto, de la civilización global en contra de las fuerzas del caos mundial.
PREÁMBULO
Considerando que un rasgo fundamental de nuestra vida humana es el característico impulso en busca de sentido y pertenencia;
Considerando que para la mayoría de las personas a lo largo de la mayor parte de la historia, y todavía hoy, este impulso en busca de sentido y pertenencia ha sido satisfecho mediante creencias y cosmovisiones fundamentales, ya sean sobrenaturales o laicas, trascendentes o naturalistas;
Considerando que las creencias y las cosmovisiones religiosas y naturalistas han inspirado algunos de los mejores y algunos de los peores comportamientos y actitudes humanos en toda la historia (los peores incluyen ejemplos terribles de prejuicios, odios, conflictos, persecuciones, censuras, represiones, crímenes contra la humanidad y genocidios que manchan las páginas del historial humano);
Considerando que el reto de vivir con nuestras más profundas diferencias ha alcanzado un nuevo nivel de intensidad en la era moderna global, a causa del flujo de personas e ideas, y especialmente por el impacto de los medios de comunicación, los viajes y las migraciones de pueblos, de manera que ahora se dice que “todos son de todas partes” y tanto las diversas creencias como las cosmovisiones están en constante contacto e interdependencia;
Considerando que el mundo presencia dos tendencias opuestas, la revitalización y el crecimiento de la influencia política de las religiones, con el peligro de intentar retener la supremacía de una religión a expensas de las demás, y la expansión de las cosmovisiones naturalistas, con el mismo peligro de excluir todas las religiones de la vida pública y así favorecer una forma exclusiva de cosmovisión no religiosa; la consecuencia es que muchos de los acuerdos tradicionales sobre religión y vida pública muestran signos de tensión y necesitan negociarse de nuevo;
Considerando que muchas tendencias de la era moderna avanzada –tales como las comunicaciones globales, las migraciones, la diversidad multicultural y las revoluciones de la ciencia y la tecnología– indican que los temas éticamente conflictivos llevan camino de incrementarse más que de disminuir y de reclamar claros valores y sabias soluciones que trasciendan los conflictos entre las religiones y cosmovisión no religiosa;
Considerando que existe una grave conciencia del terrible fantasma de las armas de destrucción masiva en manos de violentos extremistas;
Considerando que hay líderes y personas en el mundo que ya sea en teoría o en la práctica todavía niegan la universalidad y la igualdad de los derechos humanos a todos los seres humanos;
Considerando que la idea de “la plaza pública”, donde los ciudadanos pueden reunirse para deliberar y decidir sobre las cuestiones de la vida pública común, ha sido durante mucho tiempo preciosa y vital para los pueblos que valoran la libertad y desean tener la responsabilidad de decidir sobre sus propias vidas y los asuntos políticos;
Considerando que las comunicaciones globales modernas, y sobre todo Internet, han ampliado la noción de vida pública y creado la posibilidad de una emergente “plaza pública global”;
Considerando que las creencias fundamentales de toda clase tienen un papel primordial y positivo en los diversos movimientos y organizaciones que representan la floreciente sociedad civil en todo el mundo;
Considerando que la dignidad humana, la justicia y el orden son las bases necesarias para las sociedades libres y pacíficas;
Considerando que la historia de las acciones humanas es la historia del conflicto entre el Derecho y la Fuerza y entre la Razón y la Conciencia por una parte y el Poder y el Interés por la otra;
Considerando que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se ha convertido en la afirmación más influyente de derechos de la historia humana y, por lo tanto, en el paladín de la razón y la conciencia en la Era de los Derechos y en la larga lucha humana para conseguir la libertad, la justicia y la paz en la tierra;
DECLARACIÓN
Por consiguiente, establecemos las siguientes declaraciones sobre la libertad de conciencia, las fes, el civismo y la paz en la tierra, para complementar y apoyar sin reservas La Declaración Universal de Derechos Humanos (Asamblea de las Naciones Unidas, París, Diciembre 1948), y en particular apoyar el Artículo 18 de La Declaración Universal, que dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.
La libertad fundamental
Artículo 1: La libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, que juntos pueden describirse como la libertad religiosa, es un derecho humano valioso, fundamental e inalienable: el derecho de adoptar, mantener, practicar libremente, compartir o cambiar las propias creencias, sujeto solamente a los dictados de la conciencia e independiente de todo elemento externo, especialmente del control gubernamental. Esta libertad incluye todas las creencias fundamentales y cosmovisiones, sean sobrenaturales o seculares, trascendentes o naturalistas.
Derecho intrínseco desde el nacimiento
Artículo 2: Este derecho de libertad de pensamiento, de conciencia y de religión es inherente a la humanidad y está enraizado en la inviolable dignidad de cada ser humano individual, en particular en calidad de la razón y la conciencia. Como derecho intrínseco desde el nacimiento, la libertad de conciencia es el derecho igual para todos los seres humanos con independencia de su religión, género, raza, clase, lengua, opiniones políticas o de otra clase, o nacionalidad, y sin tener en cuenta cualquier discapacidad física y mental y cualquier privación social, económica o educativa. La libertad de conciencia es el derecho de los creyentes, no de las creencias, y una protección para los seres humanos más que para las ideas.
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